DANIEL MARES GARCÍA
El Metro de la Ciudad de México está cercano a cumplir 48 años, casi
medio siglo al que sus usuarios han llenado de recuerdos y anécdotas. Fue en
1967 cuando el Gobierno Federal decidió autorizar la construcción de sus
primeras líneas. En septiembre de 1969 fue inaugurada la línea 1 y la línea 2
en agosto del siguiente año.
Gran parte de los ciudadanos de esta urbe utilizan el Metro para
trasladarse a sus trabajos, escuelas y hogares, o simplemente para llegar a un
lugar específico. Pero ¿cuántas veces nos detenemos para observar los alcances
que desde sus inicios hasta nuestros días ha tenido este popular medio de
transporte? Saber que desde su creación ha pasado por distintas facetas, tanto
de auge como de crisis, hace de esto una actividad interesante.
Construcción
del metro Zócalo. Imagen recuperada de:
http://fototeca.inah.gob.mx/fototeca/, Num. Inv.: 90694.
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Dice Bernardo Navarro en su libro Metro, Metrópoli, México que
entre 1971 y 1976 la expansión de la obra “fue detenida, por razones de
elección social y de gestión de los transportes en común” y que su reinicio
“ocurrió en la euforia del boom petrolero y con un cambio de
equipo gobernante tanto a nivel nacional como local”.
El licenciado Miguel Ángel Ruiz Torres, director de las empresas HF
Consultores Corporativo y Limpman, formó parte del Proyecto Línea 12, la línea
más reciente del Metro. Tuve oportunidad de conversar con él y en una de
nuestras reuniones habló de cuando era pequeño y conoció el Metro por primera
vez: “recuerdo que yo era muy chico, quizá unos once años, y cuando el Metro
llegó a la ciudad muchos nos asombramos al ver esa cosa larga y anaranjada”.
Dijo también que “en su momento fue algo novedoso pero existía el miedo de que
se descarrilara como ocurría con los trenes” y que “actualmente su uso es algo
cotidiano y necesario para gran parte de la población de la ciudad”.
Presidente
Gustavo Díaz Ordaz y regente
Alfonso Corona del Rosal en la inauguración de la línea 1. Foto tomada de Historia gráfica de la Ciudad de México. |
Bernardo Navarro escribió Metro, Metrópoli, México en
1989, y en este momento mencionó que «por avanzado que sea, el Metro no ha
llegado (aún) a ser verdaderamente la “columna vertebral del sistema de
transporte en México”» y se pregunta “¿Llegará a serlo?, ¿es deseable?”. Ahora
sabemos que sí, que se ha convertido en la columna vertebral del transporte en
la Ciudad de México.
El licenciado Ruiz me contó que cuando viajó por primera vez lo hizo en
familia y que casi toda la gente que él conocía que viajaba en Metro lo
utilizaba como mera distracción: “De hecho casi toda la gente lo usaba para
pasear y muy pocos para trasladarse a sus trabajos, entonces los fines de
semana es donde más gente había”, sentenció. Tomando en cuenta esto, es posible
responder el porqué Navarro dudó de los alcances del Metro.
La espera en los andenes de cada estación es ahora algo cotidiano, pero recalca
Miguel Ruiz que antes no era así: “recuerdo que nos formábamos como si
estuviéramos esperando un camión porque no sabíamos cómo abordar. Los policías
no nos orientaban y cuando se escuchaba el sonido de las puertas era extraño.
Además, la voz que avisaba la estación próxima no se podía entender, era como
si hubieran ocupado la voz de una mujer japonesa. Realmente no sabíamos qué
hacer”.
Gente
esperando la llegada del Metro en la
estación Merced en el día de su inauguración. Foto tomada del Museo Archivo de la fotografía. |
Como lo dice Francisco Mata en Maravillas que son, sombras que
fueron (recopilación de ensayos que coordinó Carlos Monsiváis), cada
viaje en el Metro resulta una experiencia. Pero las experiencias de los
primeros años de su inauguración se han vuelto anécdotas que dan cuenta de lo
novedoso y desconocido que era este sistema de transporte.
Cuando el compositor Chava Flores (1920-1987) se subió al metro por
primera vez, tomó la inspiración para hacer la canción Voy en el Metro.
Es cierto que no todos los individuos experimentamos de la misma manera aquello
que se nos presenta en el mundo, pero no puede negarse que lo que dice su letra no solo da
cuenta de algunas características del pasado, como que el boleto tenía precio
de un peso y que no estaba permitido subirse con “guajolotes, ni tamarindos,
zopilotes, ni huacales con camotes ni costales con carbón”, sino que también
menciona cosas con las que aún ahora podríamos sentirnos identificados, como el tener que soportar empujones y el adquirir la destreza para lograr subir en menos de
diecisiete segundos al vagón.
La historia del Metro se sigue construyendo. Hace décadas era impensable
el poder usar una tarjeta para acceder a él, y estoy seguro de que no había
alguien que pudiera asegurar que se construirían tantas líneas que lograran
abarcar casi toda la ciudad. Es posible que nos imaginemos qué podrá ocurrir en
un futuro con el Metro, pero sólo tendremos certeza de ello con el pasar del
tiempo.