Wednesday 1 February 2017

Cuando el Metro llegó a la Ciudad de México

DANIEL MARES GARCÍA


El Metro de la Ciudad de México está cercano a cumplir 48 años, casi medio siglo al que sus usuarios han llenado de recuerdos y anécdotas. Fue en 1967 cuando el Gobierno Federal decidió autorizar la construcción de sus primeras líneas. En septiembre de 1969 fue inaugurada la línea 1 y la línea 2 en agosto del siguiente año.

Gran parte de los ciudadanos de esta urbe utilizan el Metro para trasladarse a sus trabajos, escuelas y hogares, o simplemente para llegar a un lugar específico. Pero ¿cuántas veces nos detenemos para observar los alcances que desde sus inicios hasta nuestros días ha tenido este popular medio de transporte? Saber que desde su creación ha pasado por distintas facetas, tanto de auge como de crisis, hace de esto una actividad interesante.
Construcción del metro Zócalo. Imagen recuperada de:

Dice Bernardo Navarro en su libro Metro, Metrópoli, México que entre 1971 y 1976 la expansión de la obra “fue detenida, por razones de elección social y de gestión de los transportes en común” y que su reinicio “ocurrió en la euforia del boom petrolero y con un cambio de equipo gobernante tanto a nivel nacional como local”. 

El licenciado Miguel Ángel Ruiz Torres, director de las empresas HF Consultores Corporativo y Limpman, formó parte del Proyecto Línea 12, la línea más reciente del Metro. Tuve oportunidad de conversar con él y en una de nuestras reuniones habló de cuando era pequeño y conoció el Metro por primera vez: “recuerdo que yo era muy chico, quizá unos once años, y cuando el Metro llegó a la ciudad muchos nos asombramos al ver esa cosa larga y anaranjada”. Dijo también que “en su momento fue algo novedoso pero existía el miedo de que se descarrilara como ocurría con los trenes” y que “actualmente su uso es algo cotidiano y necesario para gran parte de la población de la ciudad”.

Presidente Gustavo Díaz Ordaz y regente
Alfonso Corona del Rosal en la inauguración
 de la línea 1. Foto tomada de Historia gráfica
de la Ciudad de México
.
Bernardo Navarro escribió Metro, Metrópoli, México en 1989, y en este momento mencionó que «por avanzado que sea, el Metro no ha llegado (aún) a ser verdaderamente la “columna vertebral del sistema de transporte en México”» y se pregunta “¿Llegará a serlo?, ¿es deseable?”. Ahora sabemos que sí, que se ha convertido en la columna vertebral del transporte en la Ciudad de México.

El licenciado Ruiz me contó que cuando viajó por primera vez lo hizo en familia y que casi toda la gente que él conocía que viajaba en Metro lo utilizaba como mera distracción: “De hecho casi toda la gente lo usaba para pasear y muy pocos para trasladarse a sus trabajos, entonces los fines de semana es donde más gente había”, sentenció. Tomando en cuenta esto, es posible responder el porqué Navarro dudó de los alcances del Metro.

La espera en los andenes de cada estación es ahora algo cotidiano, pero recalca Miguel Ruiz que antes no era así: “recuerdo que nos formábamos como si estuviéramos esperando un camión porque no sabíamos cómo abordar. Los policías no nos orientaban y cuando se escuchaba el sonido de las puertas era extraño. Además, la voz que avisaba la estación próxima no se podía entender, era como si hubieran ocupado la voz de una mujer japonesa. Realmente no sabíamos qué hacer”. 

Gente esperando la llegada del Metro en la
estación Merced en el día de su inauguración.
Foto tomada del Museo Archivo de la fotografía.
Como lo dice Francisco Mata en Maravillas que son, sombras que fueron (recopilación de ensayos que coordinó Carlos Monsiváis), cada viaje en el Metro resulta una experiencia. Pero las experiencias de los primeros años de su inauguración se han vuelto anécdotas que dan cuenta de lo novedoso y desconocido que era este sistema de transporte.

Cuando el compositor Chava Flores (1920-1987) se subió al metro por primera vez, tomó la inspiración para hacer la canción Voy en el Metro. Es cierto que no todos los individuos experimentamos de la misma manera aquello que se nos presenta en el mundo, pero no puede negarse que lo que dice su letra no solo da cuenta de algunas características del pasado, como que el boleto tenía precio de un peso y que no estaba permitido subirse con “guajolotes, ni tamarindos, zopilotes, ni huacales con camotes ni costales con carbón”, sino que también menciona cosas con las que aún ahora podríamos sentirnos identificados, como el tener que soportar empujones y el adquirir la destreza para lograr subir en menos de diecisiete segundos al vagón.

La historia del Metro se sigue construyendo. Hace décadas era impensable el poder usar una tarjeta para acceder a él, y estoy seguro de que no había alguien que pudiera asegurar que se construirían tantas líneas que lograran abarcar casi toda la ciudad. Es posible que nos imaginemos qué podrá ocurrir en un futuro con el Metro, pero sólo tendremos certeza de ello con el pasar del tiempo.