Autor: Carlos Daniel López Pérez
Si quieres ser escritor, hay dos cosas que
debes hacer por sobre todo lo demás:
leer mucho y escribir mucho.
No conozco ninguna manera de saltárselas,
ningún atajo.
-Stephen
King
Siempre he sido bueno escribiendo, se me da con facilidad, la
redacción es fluida y la ortografía y la puntuación más o menos, pero siempre
logro terminar correctamente si empiezo con tiempo. El único problema es saber
qué escribir, buscar un tema, siempre tardo horas en eso. Esto es muy común,
muy constante, y cada que tengo algún trabajo escolar que incluye redacción (lo
cual es muy seguido), me toma varios días y horas poder terminar la tarea y
poder imprimirla o mandarla por correo.
Una nueva actividad en la
Universidad pretende poner a prueba mis habilidades como escritor. “Storytelling” es su nombre y tiene el objetivo de acostumbrar a los
estudiantes a un modo diferente de escritura a la que usualmente se pide en la
carrera que estudio. Esta actividad me gustó, así podía explotar mi imaginación
por completo; pero, como siempre, no sabía qué escribir.
Para solucionar este tipo
de problemas, la profesora nos recomendó, antes de escribir y “en lugar de
estar sentado frente a la pantalla de Word, mirando el cursor” (en lo personal,
esa es la técnica que uso), que plasmáramos todo lo que estuviera en
nuestra mente en físico para así poder tener una idea de qué escribir. Podíamos
usar figuras de Lego® o plastilina para construir las ideas, también podíamos dibujar
o escribir cosas al azar, ya sea en una hoja en blanco o en post-its, el punto
era “darle cuerpo a nuestras ideas”.
Era una tarea sencilla.
Ninguno de los métodos que nos sugirió la profesora me servían, sabía qué
quería escribir una historia de terror, pues era el tipo de relato que fácilmente cumplía con las particularidades que la
profesora pedía: una normalidad, un problema, una solución al problema y una
nueva normalidad. El problema era qué tema era el que mi relato trataría, qué
tema paranormal o terrorífico usaría.
Entonces, intenté otro
método: buscar en Internet pequeños relatos o vídeos de narraciones en YouTube.
En mi búsqueda llegué a una muy interesante, y supuestamente basada en una
historia real, en un blog de “creepypastas”, su nombre era “La Merodeadora”; la
trama era muy sencilla: el espectro de una mujer que, tras ver una imagen o
fotografía de ella, comienza a acosarte, tanto de día como de noche, dormido o
despierto, hasta que provoca quitarte la
vida y firma con “Ahora ella te ve, ¿puedes
verla?”. Supuestamente, según decía el blog, aquel que leyera el relato o
viera la imagen real de “la merodeadora”, sufriría lo mismo que aquellas
personas.
Ahí estaba, ya tenía mi
inspiración, podía escribir una historia relacionada con este personaje,
incluso podría usar el mismo “personaje paranormal”. Empecé a escribirla con
tres semanas de anticipación a la fecha de entrega, lo hacía todos los días,
después de clases en mi casa e incluso en la noche, antes de acostarme a dormir
como a las 2 a.m., cumpliendo con un total de 3 o 4 horas para ese relato, más
de lo que ocupé para cualquier trabajo escolar.
Mi relato era muy similar
al que había leído, lo que lo diferenciaba era “el espectro”: modifiqué sus
características, tanto físicas como los efectos que provocaba en sus víctimas,
pero el trasfondo era muy similar.
Tras 5 o 6 días de estar
escribiendo constantemente, comencé a notar a un extraño personaje, como una
niña, a lo lejos, que parecía estarme siguiendo. Y conforme fui avanzando en el
relato e iba dotando de más características a mis personajes, notaba que “ella”
se acercaba más y más a mí; ella no caminaba, de eso estaba seguro, sólo se aparecía en cualquier lugar donde yo dirigiera la mirada, ahí fue cuando comencé a
extrañarme.
Su presencia comenzaba a
ponerme incómodo, me sentía acosado. El verla en todos los lugares en donde yo
estaba. No quería decirle a mis amigos ni a mis conocidos qué sucedía, para
evitar que creyeran que estaba loco y se mofaran de mí; sin embargo, mi cambio
de humor al verla era inevitable, me tornaba serio y mantenía mi vista fija en
ella, hasta que mis amigos lo notaban y llamaban de nuevo mi atención.
Cuando logré terminar la
historia, todo se salió de control. “Ella” comenzó a aparecerse más cerca;
estaba tan cerca que su presencia imponía tanto en mí, que quedaba paralizado,
con una expresión de horror. Ahora, ella se paraba frente a mí si me quedaba
quieto o a caminar tras de mí si iba por la calle. Sabía algo con certeza: era
exactamente igual a la que yo había descrito en mi relato.
La incomodidad rápidamente
se transformó en paranoia y miedo. No me dejaba solo en ningún momento, ni en
mi casa ni en la escuela ni en la calle; incluso en mis sueños aparecía: en ocasiones
solamente se quedaba parada repitiendo “¿Puedes
verme?, yo puedo verte” o, a veces, corría en mi dirección, intentando
alcanzarme, si eso pasaba, al día siguiente aparecía más cerca de mí.
Inmediatamente comenzó a
notarse en mi estado de ánimo y en mis expresiones diarias: todo el día me la
pasaba paralizado, pues su presencia no me dejaba moverme; al caminar no dejaba
de voltear atrás esperando que ella ya no me siguiera. Pero en el momento en
que la veía, mi respiración se aceleraba o un grito salía de mi boca, era
inevitable. Mis expresiones de miedo y preocupación eran muy notorias.
Mis amigos y todos
aquellos cercanos a mí, comenzaron a creerme loco y a distanciarse, dejándome
solo, con eso que me acosaba. Ellos no la podían ver, nadie podía, sólo yo y
estaba volviéndome loco.
La semana está por
terminar y ya no la soporto. Estoy solo, nadie quiere ayudarme en esto y los
que creen poder ayudarme, me llevan con psicólogos y eso no ayuda. Llevo toda la
semana sin poder dormir bien, porque cada que aparece en mis sueños, me
despierto y me aterra volver a dormir. Ya estoy cansado de que ella me persiga,
a mí, que la creé, que le di vida.
Ésta no es una historia de
terror, esto es real, ella está por alcanzarme. Si llegan a leer esto, sepan
que éstas son mis últimas palabras y los motivos por los cuales… hice lo que
hice. Por fin, ya no podrá hacerme daño.
Si leíste por completo
esto, déjame decirte que ahora ella te ve a ti, ¿puedes verla?