De Ramón Carrión, Manuel Alberto, Pedro
Paniagua Santamaría, et. al., “El
historiador ante los medios de comunicación digitales. Una relación nueva”, en Historia y comunicación social, Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, v. 20, n. 2, 2015, pp. 579-599.
El
gran problema que plantea el texto es cómo enfrentar, desde el punto de vista
de la Historia, el reto de hallar útiles para nuestras investigaciones a los
nuevos formatos periodísticos generados por plataformas digitales. En primer
lugar, pone el asunto de la dinámica acelerada y la producción masiva de
contenidos de los medios digitales, lo que da pie a la “hiperinformación”
característica de nuestra sociedad” y a la “infoxicación”.[1] A
este flujo constante de una enorme cantidad de información, los autores lo
denominan como “efecto película”, una “secuencia de variación constante, con
una fuerte volatilidad”[2]. Ante
el embate de la inmediatez, lo más importante es publicar la noticia más
rápido, por lo que el papel de los medios masivos como aquellos que definen la
agenda setting se ve desfavorecido, y
toman su lugar otros medios de difusión controlados por una masa difusa de
usuarios, que además se interrelacionan entre sí, y con los medios mismos,
además de ofrecer la capacidad de que cada quien genere sus propio contenidos:
las redes sociales.
Para poner en marcha estas reformas entre los
intentos de los medios tradicionales para adapatarse al ámbito digital, han
sacrificado en gran medida el rigor profesional. Como alternativa a tal
fenómeno el texto plantea al periodismo de investigación. Una “técnica que
propicia una mejor selección de los temas sin tener que depender de la
actualidad inmediata”, y por lo tanto “un proceso de búsqueda e información más
largo y especializado”.[3] Su
gran importancia para el historiador es, además de la fiabilidad que suponen,
en teoría, las informaciones manejadas con más cuidado, la “labor de desbroce
antes de que el tema sea sometido a los procedimientos propiamente
periodísticos”.[4]
Este formato ha propiciado, también, la formación de grandes almacenamientos de
datos, como wikileaks. Por otra
parte, el texto desarrolla la afinidad entre el manejo de las fuentes tanto en
Historia como en periodismo mediante un gran ejemplo, en el que destaca, además
del manejo metodológico de las fuentes evidente en texto, los “asientos
documentales” que permite el soporte mediante la anexión de hipervínculos.[5]
Finalmente, el artículo cierra con un estudio del
potencial de Twitter como medio de
difusión de los contenidos académicos, que aparentemente ha sido reconocido
como tal por estudiosos de distintas índoles, y también como puente entre el
público y las “instituciones que actúan como fuentes del conocimiento”.[6] A
mi me gustaría poner a revisión también el papel que tendrá el microblogging en las labores históricas
e historiográficas del futuro. ¿Será posible utilizar los tuits como fuente?
¿Estarán disponibles? ¿Cómo podremos acceder a esa masa ingente de contenidos?
Me surge además cierta inquietud sobre la capacidad de abarcar la agenda
diversa del mundo de la hiperinformación del periodismo de investigación. Sin
embargo, será papel de la historiografía, como hasta ahora, determinar la
existencia de materiales útiles para abordar los procesos históricos.
[1] De Ramón
Carrión, Manuel Alberto, Pedro Paniagua Santamaría, et. al., “El historiador ante los medios de comunicación digitales.
Una relación nueva”, en Historia y
comunicación social, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, v. 20, n.
2, 2015, p. 580.
[2] Idem.,
581.
[3] Idem.,
583.
[4] Idem.,
584.
[5] Idem.,
589.
[6] Ídem.,
598.