Por Alejandro Herrera y Mónica
Rodríguez
El tribunal republicano ha tomado su decisión: María
Antonieta de Austria es condenada a la morir en la guillotina. Sin la corona
que compartió con el rey Luis XVI, ni los exuberantes peinados que le gustaba portar,
aceptará lo que ha decidido el pueblo francés.
Aquél
pueblo al que un día, según cuentan los rumores, entró al castillo reclamando por
pan y al enterarse ella les dijo “si no tienen pan que coman pasteles”. Ahora
los revolucionarios claman, no por comida, sino por la sangre azul de la
destituida reina de Francia.
El
momento era predecible, reyes tan jóvenes con el mundo a sus pies, claro que
las circunstancias los sobrepasaron ¿Cómo gobiernas una nación a los 17 años?
¿Cómo puedes saber qué haces lo correcto para un pueblo? ¿Cómo no perderse
entre lujos y fiestas ostentosas de la corte?
Fue
un funesto día, la historia tendría un antes y un después de ese momento. Su
acompañante de vida ya había sufrido el encuentro con la guillotina meses
antes. La muerte de María Antonieta inauguraría una nueva época para el pueblo
de Francia… Los monarcas cayeron y su sangre fue esparcida por los que algún día
fueron sus leales súbditos.
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