Tuesday 13 December 2016

Storytelling: ¿Puedes verla?

Autor: Carlos Daniel López Pérez
Si quieres ser escritor, hay dos cosas que debes
hacer por sobre todo lo demás:
leer mucho y escribir mucho.
No conozco ninguna manera de saltárselas,
ningún atajo.
-Stephen King
Siempre he sido bueno escribiendo, se me da con facilidad, la redacción es fluida y la ortografía y la puntuación más o menos, pero siempre logro terminar correctamente si empiezo con tiempo. El único problema es saber qué escribir, buscar un tema, siempre tardo horas en eso. Esto es muy común, muy constante, y cada que tengo algún trabajo escolar que incluye redacción (lo cual es muy seguido), me toma varios días y horas poder terminar la tarea y poder imprimirla o mandarla por correo.
Una nueva actividad en la Universidad pretende poner a prueba mis habilidades como escritor. “Storytelling” es su nombre y tiene el objetivo de acostumbrar a los estudiantes a un modo diferente de escritura a la que usualmente se pide en la carrera que estudio. Esta actividad me gustó, así podía explotar mi imaginación por completo; pero, como siempre, no sabía qué escribir.
Para solucionar este tipo de problemas, la profesora nos recomendó, antes de escribir y “en lugar de estar sentado frente a la pantalla de Word, mirando el cursor” (en lo personal, esa es la técnica que uso), que plasmáramos todo lo que estuviera en nuestra mente en físico para así poder tener una idea de qué escribir. Podíamos usar figuras de Lego® o plastilina para construir las ideas, también podíamos dibujar o escribir cosas al azar, ya sea en una hoja en blanco o en post-its, el punto era “darle cuerpo a nuestras ideas”.
Era una tarea sencilla. Ninguno de los métodos que nos sugirió la profesora me servían, sabía qué quería escribir una historia de terror, pues era el tipo de relato que fácilmente cumplía con las particularidades que la profesora pedía: una normalidad, un problema, una solución al problema y una nueva normalidad. El problema era qué tema era el que mi relato trataría, qué tema paranormal o terrorífico usaría.
Entonces, intenté otro método: buscar en Internet pequeños relatos o vídeos de narraciones en YouTube. En mi búsqueda llegué a una muy interesante, y supuestamente basada en una historia real, en un blog de “creepypastas”, su nombre era “La Merodeadora”; la trama era muy sencilla: el espectro de una mujer que, tras ver una imagen o fotografía de ella, comienza a acosarte, tanto de día como de noche, dormido o despierto, hasta que  provoca quitarte la vida y firma con “Ahora ella te ve, ¿puedes verla?”. Supuestamente, según decía el blog, aquel que leyera el relato o viera la imagen real de “la merodeadora”, sufriría lo mismo que aquellas personas.
Ahí estaba, ya tenía mi inspiración, podía escribir una historia relacionada con este personaje, incluso podría usar el mismo “personaje paranormal”. Empecé a escribirla con tres semanas de anticipación a la fecha de entrega, lo hacía todos los días, después de clases en mi casa e incluso en la noche, antes de acostarme a dormir como a las 2 a.m., cumpliendo con un total de 3 o 4 horas para ese relato, más de lo que ocupé para cualquier trabajo escolar.
Mi relato era muy similar al que había leído, lo que lo diferenciaba era “el espectro”: modifiqué sus características, tanto físicas como los efectos que provocaba en sus víctimas, pero el trasfondo era muy similar.
Tras 5 o 6 días de estar escribiendo constantemente, comencé a notar a un extraño personaje, como una niña, a lo lejos, que parecía estarme siguiendo. Y conforme fui avanzando en el relato e iba dotando de más características a mis personajes, notaba que “ella” se acercaba más y más a mí; ella no caminaba, de eso estaba seguro, sólo se aparecía en cualquier lugar donde yo dirigiera la mirada, ahí fue cuando comencé a extrañarme.
Su presencia comenzaba a ponerme incómodo, me sentía acosado. El verla en todos los lugares en donde yo estaba. No quería decirle a mis amigos ni a mis conocidos qué sucedía, para evitar que creyeran que estaba loco y se mofaran de mí; sin embargo, mi cambio de humor al verla era inevitable, me tornaba serio y mantenía mi vista fija en ella, hasta que mis amigos lo notaban y llamaban de nuevo mi atención.
Cuando logré terminar la historia, todo se salió de control. “Ella” comenzó a aparecerse más cerca; estaba tan cerca que su presencia imponía tanto en mí, que quedaba paralizado, con una expresión de horror. Ahora, ella se paraba frente a mí si me quedaba quieto o a caminar tras de mí si iba por la calle. Sabía algo con certeza: era exactamente igual a la que yo había descrito en mi relato.
La incomodidad rápidamente se transformó en paranoia y miedo. No me dejaba solo en ningún momento, ni en mi casa ni en la escuela ni en la calle; incluso en mis sueños aparecía: en ocasiones solamente se quedaba parada repitiendo “¿Puedes verme?, yo puedo verte” o, a veces, corría en mi dirección, intentando alcanzarme, si eso pasaba, al día siguiente aparecía más cerca de mí.
Inmediatamente comenzó a notarse en mi estado de ánimo y en mis expresiones diarias: todo el día me la pasaba paralizado, pues su presencia no me dejaba moverme; al caminar no dejaba de voltear atrás esperando que ella ya no me siguiera. Pero en el momento en que la veía, mi respiración se aceleraba o un grito salía de mi boca, era inevitable. Mis expresiones de miedo y preocupación eran muy notorias.
Mis amigos y todos aquellos cercanos a mí, comenzaron a creerme loco y a distanciarse, dejándome solo, con eso que me acosaba. Ellos no la podían ver, nadie podía, sólo yo y estaba volviéndome loco.
La semana está por terminar y ya no la soporto. Estoy solo, nadie quiere ayudarme en esto y los que creen poder ayudarme, me llevan con psicólogos y eso no ayuda. Llevo toda la semana sin poder dormir bien, porque cada que aparece en mis sueños, me despierto y me aterra volver a dormir. Ya estoy cansado de que ella me persiga, a mí, que la creé, que le di vida.
Ésta no es una historia de terror, esto es real, ella está por alcanzarme. Si llegan a leer esto, sepan que éstas son mis últimas palabras y los motivos por los cuales… hice lo que hice. Por fin, ya no podrá hacerme daño.
Si leíste por completo esto, déjame decirte que ahora ella te ve a ti, ¿puedes verla?

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